Giovanna Rivero

cuando descubrí que escribir en serio me ponía triste, porque la vida no es algo para escribir en serio, lo dejé.

Igual, prefiero novecientas noventa y nueve veces este cuaderno cuadriculado tapa dura sin pretensiones súper obvias de «diario» a uno de esos anillados infantiles titulados espantosamente «Hello Kitty»

todos creen que esto es una agenda, que aquí anoto infinitos números telefónicos, como si no supieran que estoy lejos de ser alguien popular y que solo tengo una amiga. UNA.

Algo se rompe mientras te hacés grande y luego las madres se cansan, se pudren, se avergüenzan y de algún modo te abandonan.

su llegada fue como un huracán de preguntas, de miedo.

A veces yo misma tengo la ilusión de ser adoptada. El deseo morboso de ser adoptada. Que los vínculos tan sagrados con que las monjas nos chantajean resulten ser gloriosamente falsos.

Solo una soga en perfectas condiciones podría liberar a papá. O mejor dicho, permitir que lo que está roto en él vuelva a reunirse.

Duele despedirme, obligarlo a abrir los puñitos, con los que comienza a golpearme furioso, con su furia blanda, para besarle las palmas sin pliegues, como las de un dibujo animado.

Muchas cosas que hacían los viejos no era la gran cosa.

miedo vergonzoso de ser tonta, de estar sola, de ser fea, miedo de ser extraña y abominable, desaparecía bajo el abrazo inconsciente de mi abuela.