la manipulación activa de contenidos, como puede ser la intervención en campañas de propaganda; la manipulación pasiva con cámaras eco y burbujas informativas que refuerzan las preferencias y aprovechan las inclinaciones ideológicas para ofrecer versiones parciales; la opacidad de los algoritmos de las plataformas, que no permiten conocer la dimensión real de la desinformación; la falsificación audiovisual, aspecto que se hizo popular con el anuncio de los deepfakes; y el uso de ficción para presentar supuestas recreaciones de casos reales o documentales ficcionados, que generan falsos encuadres.