Nos hacemos más viejos y con ello más solitarios; nos abandona precisamente aquel cariño que nos quería como una necesidad inconsciente, no por razón de nuestras cualidades determinadas, sino, a menudo, a pesar de ellas. Nuestro pasado se condensa cuando muere la madre; sólo entonces se convierte nuestra niñez y nuestra juventud totalmente en recuerdo