Henry Miller

Tras la palabra está el caos. Cada palabra es una franja, un barrote, pero no hay ni habrá nunca suficientes barrotes para hacer la reja.

He hecho un pacto tácito conmigo mismo: no cambiar ni una línea de lo que escribo. No me interesa perfeccionar mis pensamientos ni mis acciones. Junto a la perfección de Turgueniev coloco la perfección de Dostoyevski. (¿Hay algo más perfecto que El eterno marido?)

Las personas son como los piojos: se te meten bajo la piel y se entierran en ella. Te rascas y te rascas hasta hacerte sangre, pero no puedes despiojarte permanentemente.

No necesitamos genio… el genio ha muerto. Necesitamos manos fuertes, para los espíritus que deseen entregar el alma y encarnarse…

El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así que el héroe no es el Tiempo, sino la Intemporalidad.

El mundo es un cáncer que se devora a sí mismo… Pienso en que, cuando el gran silencio descienda sobre todo y por doquier, la música triunfará por fin.

Por el momento no puedo pensar en nada… excepto que soy un ser sensible apuñalado por el milagro de esas aguas que reflejan un mundo olvidado.

Su dilema es el del enano. Con su ojo pineal, ve su silueta proyectada en una pantalla de tamaño inconmensurable. Su voz, sincronizada con la sombra de una cabeza de alfiler, le embriaga. Oye un rugido cuando los demás oyen un chirrido.

Que yo sepa, nadie está usando los elementos del aire que dan dirección y motivación a nuestras vidas. Sólo los asesinos parecen extraer de la vida, en grado satisfactorio, lo que le aportan.

¡Mequetrefe asqueroso! Si hay algo peor que ser un marica es ser un tacaño. Un mariquita tímido y tembloroso que vivía con el constante temor de quedarse sin un céntimo algún día