le guardo rencor a todas las operaciones. Por ejemplo, las sumas no son tan tristes porque siempre acaban teniendo más. Igual las multiplicaciones. En cambio las restas me hacen sentir angustiada: uno le quita metros a un terreno, manzanas a un vendedor del mercado o dinero a una mamá que va al súper. Y para colmo, las fracciones parten los números en pedacitos. Es terrible la masacre.