Joana Arteaga

La primera vez que parece más necesario llorar que reír

El sonido de su risa y el cambio en su semblante, la chispa de reconocimiento que cruza sus ojos oscuros al mirarla y compartir ese instante con ella.

A ese paso, saldrá de ese encuentro rica en tesoros hechos de risa, gestos y sensaciones

Está guapa, es hermosa en sí, pero alterada es como un gorrión libre y precioso que dan ganas de proteger y adorar.

Kyle sabe que también Katia siente que está en el lugar correcto. Que una pieza perdida ha encontrado el lugar donde encajar, de algún modo

No sabe lo que dura ese momento. Probablemente sea efímero y fugaz, pero para él llena una fracción de tiempo infinita. Podría quedarse anclado a él sin que percibiera nunca más el paso de los segundos, los minutos y las horas a su alrededor. Como si la continuidad temporal lo traspasara o, más aún, como si lo rodeara sin afectarle

Han pasado trescientos sesenta y cinco días desde que no la ve. Ha puesto un océano de distancia entre los dos, pero ni los kilómetros ni el tiempo transcurrido han conseguido que su corazón se relaje al pensar en ella

Tuve que contenerme para no besarla, porque me moría de ganas, pero sabía que no debía, y me apreté el deseo y me lo escondí muy dentro para que ella no lo notara. Para que ni siquiera lo sospechara

Les dura el infinito y se recrean en él. Se felicitan, se reencuentran, se reconocen. Son vagamente conscientes de que el tiempo sigue corriendo en alguna parte, pero no en ellos, porque los segundos los evitan, los rodean, los dejan aparte

Porque, en ese momento, aunque apenas dure un suspiro, de nuevo desea sentirse vivo