Alguien toma uno y se halla, de pronto, a gusto entre sus letras, más a gusto entre ellas que entre los compañeros del colegio, más a gusto que en las fiestas ruidosas y las comidas familiares. Para huir del tedio de las conversaciones huecas, se incorpora a la tribu de los lectores compulsivos. Un buen día termina prefiriendo la compañía de los libros a la de las personas. Ya no hay regreso