Samantha Harvey

Ya hace mucho que conciliar el sueño dejó de ser un acto natural y se ha convertido en un acto de magia negra.

A esta hora, las noches que logro conciliar el sueño, ya estoy durmiendo; si todavía no estoy dormida, lo más probable es que pase la noche despierta. El sudor es el primer indicio de pánico, como una tormenta que se oye a lo lejos en la planicie, los difusos truenos amortiguados. Tal vez consiga dormir, quizá la tormenta se aleje.

Al mismo tiempo, dudaba mucho de que llegase a sufrir una crisis nerviosa, pues sospechaba que por su carácter no era dada a sufrir ninguna, ya que era más bien el tipo de persona capaz de sobrellevar como fuera el dolor y el sufrimiento de manera indefinida.

Ahora está estupefacta por lo fraudulentas que son las palabras. Cada palabra reivindica su propia autoridad y cada palabra ansía ser tomada en serio, y leemos las palabras de otras personas y encontramos en ellas algo con lo que identificarnos, solaz en una experiencia compartida. Pero no tiene por qué haber ninguna experiencia detrás de una palabra.

Para escribir ficción tienes que ser cómplice de un fraude organizado, el blanqueo de experiencias en el paraíso fiscal de las palabras.

Existe algo llamado «perdón nocturno», que es el acto de desembarazarse de todos los errores, todas las culpas, toda la vergüenza, todo cuanto dura la noche. Los aparcas fuera de la habitación. De una en una perdono a todas esas cosas en las que puedo pensar en esos momentos: a los coches por pasar a demasiada velocidad, a las grajillas por saquear el comedero para pájaros, al universo por torturarme.

Por la noche no miro el reloj, pero he pasado tantas noches despierta que suelo acertar apenas con un margen de error de diez o veinte minutos; conozco la textura de las horas que se van sucediendo y la textura de mis pensamientos a medida que la noche los va erosionando.

La doctora parece razonablemente contenta. Yo quisiera decirle que la terapia, la meditación y las técnicas de relajación que ya estoy poniendo en práctica, a diario, no me mejoran el sueño y aumentan mi sensación de fracaso, pues ahora no solo no logro dormir, sino que tampoco logro sacar partido a la meditación, la relajación ni la terapia.

Querría preguntarle a la doctora qué siente al ser una mujer de su edad, tras haber perdido tanto la belleza como el poder de la belleza, pero no puedes hacerle estas preguntas a un nadie por miedo a ofender.

Los pirahã parecen incapacitados para la abstracción. Parecen abocados a la literalidad: su capacidad para aprender nuevas reglas gramaticales a través de un juego digital que consiste en predecir hacia qué lado va a moverse el icono de un mono según el tipo de frase que se genera, se veía frustrada en casi todos los casos por la incapacidad de ver al mono como real y, por tanto, por su incapacidad de interesarse por qué haría a continuación.