Yolanda Oreamuno

Con los libros y con la música me evado de aquí.

El mío es un silencio lleno de palabras no dichas, que él, probablemente, oye sin que yo las pronuncie.

El tejido lo inventaron las Parcas. O las arañas. En una gloriosa mañana de Olimpo, cuando el mundo se deslizaba como mi hebra dulcemente, tejer habría de ser una actividad divina”.

hablaron como los cristianos hablan del Paraíso, sin saber dónde está.

conceptos por él desconocidos, ajenos a su experiencia personal; por su contenido real aún no habían pasado a sus sentidos, sino mediante las palabras de los otros. En cierto modo conceptos inexistentes, y sin embargo, dueños de mayor relieve en su conciencia.

Si en verdad al morir toda nuestra vida regresa merced a un violento recobrar de la memoria, aquello que estaba recordando era su vida, y lo que estaba viviendo era su muerte.

¿Cuántas horas faltan para que todo lo mío quede rígido y se agoten la facultad de pensar y la pena de sentir?

or la casa”.

Don Vasco no usaba látigo con sus hijos ni con sus perros, pero tenía, eso sí, una latigante mirada, una latigante palabra, un latigante gesto de poder.

Don Vasco no usaba látigo con sus hijos ni con sus perros, pero tenía, eso sí, una latigante mirada, una latigante palabra, un latigante gesto de poder.

En la Teresa de entonces quedó también el proyecto, la voluntad de pararse frente a don Vasco y exigir.