El correlacionismo significa que hay cosas en sí (como diría Kant), pero que no “existen” hasta que están correlacionadas por un correlacionador, de la misma manera que un director de orquesta puede “dar existencia” a una pieza musical al dirigirla. El correlacionado necesita un correlacionador para volverse real: por supuesto, las cosas existen en algún sentido inaccesible, pero no son estrictamente reales hasta que un correlacionador accede a ellas. Kant llama al correlacionador, sujeto trascendental. Este sujeto tiende a encontrarse flotando invisiblemente detrás de las cabezas de una sola entidad en el universo realmente existente: el ser humano.