Los numerosos determinismos genéticos, sociales, familiares, históricos, psíquicos, geográficos, sociológicos, forman desde fuera un Yo que recibe salvajemente todas las fuerzas provenientes de la brutalidad del mundo. La herencia, los padres, el inconsciente, la época, el lugar de nacimiento, la educación, las oportunidades, las desgracias sociales, todo ello tritura una materia dúctil, plástica en extremo, y la predetermina... al desorden. Las prisiones, los hospicios psiquiátricos, las consultas psicológicas, las salas de espera de los psicoanalistas, los salones interiores de los sofrólogos, consejeros conyugales, reflexólogos, radiestesistas, hipnotizadores y otros adivinos, las consultas de sexólogos, las largas colas de espera para los psicotrópicos en las farmacias, y muchos otros chamanismos posmodernos que bailan alrededor de esos Yo débiles y quebrados, y tantas otras identidades inacabadas.