Unos meses antes de morir, mi papá me llamó emocionado a decirme que TENÍA que leer este libro, que era el mejor libro que había leído en su vida. Me pidió que fuera en ese momento a comprarlo y que lo leyera de inmediato. Fue, creo, el último gran regalo que me hizo.
Me dijo que era un libro sobre mí, sobre mis libros, y por eso también un libro sobre él. Era un libro que nos contaba cómo llegamos aquí. No llegué a platicarle lo mucho que me gustó y lo importante que lo considero ahora, pero estoy segura que lo sabe.
Un manifiesto que, de manera personal, nos regresa al hermoso camino de la lectura, que le da sentido a quienes nos apasionan los libros y quienes, constantemente, encontramos un refugio en ellos. Ojalá lo hubiera leído antes para compartirlo con alguien muy especial que ahora ya no está.
Un gran, gran libro. Si bien es un texto de historia (de historia del libro clásico) hay muchas cosas que reflexionar.
El estilo literario de la autora, combinando el dato histórico y literario con las confesiones personales, hacen de la lectura un gran gusto.
Al final, al pasar de los siglos, no somos personas tan distintas.