Lo único que debe hacer el gobierno es mejorar la vida en el presente. Si no nos ajustamos al modelo del ciudadano dócil y satisfecho, los poderes fácticos no dudan en ponernos a raya. ¿Sus herramientas favoritas? Control, vigilancia y represión.
Entretanto, el estado del bienestar ha ido desplazando el foco de las causas de nuestro descontento a los síntomas. Vamos al médico cuando estamos enfermos, al psicólogo cuando estamos tristes, a un dietista cuando tenemos sobrepeso, a prisión cuando nos condenan y a un consultor de empleo cuando estamos en paro. Todos estos servicios cuestan enormes sumas de dinero, pero dan pocos resultados. En Estados Unidos, donde el coste de la sanidad es el más alto del mundo, para muchos la esperanza de vida, de hecho, está disminuyendo.
Al mismo tiempo, los intereses mercantiles y comerciales campan a sus anchas. La industria alimentaria nos proporciona comida basura barata con exceso de sal, azúcar y grasas, poniéndonos en la vía rápida hacia el médico y el dietista. El desarrollo de las tecnologías causa estragos en el empleo y nos envía de vuelta al consultor. Y la industria publicitaria nos anima a gastar dinero que no tenemos en trastos que no necesitamos para impresionar a gente a la que no soportamos[28]. Luego podemos ir a llorar al hombro del psicólogo.