Escritos sobre ciencia y género

Esto se hace, a nuestro modo de ver, forzando la mayoría de los resultados vistos y exagerando su alcance.

Por otro lado, los efectos hormonales difícilmente pueden considerarse aisladamente, ya que el organismo está recibiendo la influencia de las diferentes hormonas conjuntamente.

De ahí que resulte muy difícil diferenciar, como muestran la mayoría de las investigaciones hormonales, dónde empieza y acaba la influencia de una hormona, y a qué nivel de concentración puede afirmarse que está produciendo un efecto específico.

En lo que refiere a la interrelación hormonas-cerebro, estamos, por tanto, ante investigaciones capaces de establecer en laboratorio ciertas correlaciones aún tentativas y difícilmente generalizables. Las respuestas están muy lejos de ser definitivas. Lo que puede afirmarse por ahora es que hay abundante evidencia de que estrógenos, progesterona y andrógenos tienen una variedad de efectos sobre la estructura y funcionamiento de un número de células y órganos, y que ello contribuye a alguna diferenciación biológica y fisiológica por sexos.

Este tipo de trabajos
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lleva a postular que los andrógenos tienen un efecto “organizativo” sobre el cerebro fetal y que la ausencia de andrógenos desarrolla un cerebro femenino en machos o hembras
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. Esta hipótesis permite dos interpretaciones sensiblemente distintas: una que se limita a mantener la observación de que el hipotálamo de ratas machos y hembras se organiza diferentemente respecto a la regulación de las glándulas productoras de hormonas femeninas y masculinas; otra, más ambiciosa, que sostiene que distintos centros cerebrales de cualquier especie animal se organizan, para funciones muy distintas y de complejidad diversa (incluyendo la conducta, preferencias, etc.), de forma diferente en los dos sexos.

Pero además, siquiera en la investigación de la primera formulación, más acotada, los resultados sobre la interacción hormonas-hipotálamo no son unívocos ni generalizables a especies diferentes

Parte de las investigaciones se han centrado en los efectos hormonales sobre el desarrollo del cerebro y, por consiguiente, sobre la conducta animal y humana.

venido a apuntalar la vieja concepción que sostiene la diferenciación entre géneros en capacidades, aptitudes y comportamientos y su femenina inferioridad.

Se encontró, a través de experimentación con ratas manipuladas hormonalmente, que el hipotálamo tenía un funcionamiento diferenciado: cíclico en el caso femenino, tónico en el masculino

s necesario cuestionar todo este edificio, revisando su estatus y pretensiones científicas, bajo la sospecha de que supone una sistemática selección y desfiguración o una extrapolación incorrecta de evidencia, salpicada de prejuicios ideológicos e impregnada de teorías mediocres y comunes que lejos de explicar las divisiones actuales sirven como ideología que contribuye a perpetuarlas.

Sin embargo, si nos detenemos en el análisis de teorías biológicas concretas, la situación real es más bien al contrario. Primero son las creencias socioculturales, la valoración dominante, sustentada en “supuestas evidencias de sentido común fuertemente ideologizadas” que permean ciertas investigaciones y conceptualizaciones; luego es la teoría supuestamente científica que corrobora la situación de facto.