Vivimos sobre ruinas y no existe otra eternidad
que la de los sentimientos.
El alma es mortal, el espíritu es mortal y nada
de ello sobrevive.
El Coliseo está muerto como los mártires y el
Partenón es a lo más un montón de piedras,
las inscripciones en mármol,
las sentencias, los códigos están muertos
como Machu Pichu, como Chichen Itzá,
monumentos de lo efímero.
Todos los templos son ruinas, la Torre de Eiffel
está muerta