Desarraigando la ira

una forma de juicio (un juicio moral negativo ante algo que se considera malo), también implican jugar a ser Dios, usurpando Sus derechos. ¿Cómo? Comienza cuando queremos decidir nosotros el comportamiento que debe tener el otro.33 Puede que escojamos decírselo a la persona en cuestión, o no. Por ejemplo:
Cuando condujeres tu automóvil, no te desviarás a la derecha ni a la izquierda estando delante de mí, a no ser que señalares tu intención de hacerlo con el intermitente.
No dejarás que el sol se ponga sobre mi llamada de teléfono o mi correo, sino que me responderás hoy, mientras aún se llame hoy.
Me amarás de la forma en que deseo ser amado con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Si rompes alguno de mis estatutos, apunto tu violación en mi diario mental. Puede que te presente las pruebas o no, según mi beneplácito (después de todo, puedo hacer lo que yo quiera en mi mundo imaginario donde yo gobierno de

En un sentido, todo pecado refleja que estamos jugando a ser Dios. El primer acto pecaminoso surgió del deseo que Adán y Eva tenían de ser como Dios (Génesis 3:1-6). El asesinato usurpa el derecho divino a dar y quitar la vida. El robo se apropia de Su derecho a distribuir las bendiciones materiales según Su voluntad.
¿Y la ira y la murmuración? Al ser

Y el arrepentimiento, con qué podemos compararlo? Es deshacerme de mi libro de estatutos, retirar las acusaciones, cubrir tus ofensas con la sábana del amor cristiano y borrarlas de mi libro de cuentas. Es soltar el martillo, bajarme del estrado y quitarme la toga. Es negarme a castigarte, y en lugar de eso, empezar a amarte.

Debemos abandonar el orgullo centrado en “mis derechos, mi reino, mi voluntad” que da lugar a la ira.

La próxima vez que sientas la tentación de considerar una respuesta airada tuya como “justa”, detente. Acuérdate de los peligros de engañarse a uno mismo y repasa los tres criterios citados anteriormente junto con algunos de los pasajes que hemos estudiado. Pon tu ira a prueba siguiendo este estándar bíblico y hazlo de forma implacable. Sé inflexible, sé riguroso y sé decidido.
Hay por lo menos otros dos pasos prácticos que te ayudarán. Primero, escribe por qué estás enfadado y por qué consideras que es lícito decir que tu ira es justa. En segundo lugar, pídele a un pastor, un anciano o un cristiano maduro que te ayude a evaluar tu